Fin de semana de diciembre, ‘meteo’
no muy estable, todo apunta a que voy a poder disfrutar de nuestras montañas en
relativa soledad, alejado de las aglomeraciones típicas de éste mes.
Son las 7am y salgo de Bilbo
(Indautxu) camino Pagasarri (671m), todavía no ha despuntado el día y decido
alumbrar el trillado camino. Para mi sorpresa, la frontal expira. He cometido
el error de no haber revisado el buen funcionamiento del material antes de
necesitarlo. La situación no es crítica, por el momento conozco la dirección y
en menos de una hora habrá amanecido. Además, parece que la noche quiere que me
quede con un buen sabor de boca y conforme voy ascendiendo por las faldas del
Arnotegi (426m) coincido con lo que intuyo es un zorro y alguna otra alimaña
que sale corriendo a mi paso.
Pasado el aparcamiento de Igertu veo
destellos, trato de alcanzarlos y así aprovechar su luz. Continúan por el
camino viejo, la forma más rápida de ascender la primera tachuela del día. Después
de algún resbalón y de chutar alguna piedra, consigo colarme en el cono de luz
del montañero que me precedía para así llegar al Pagasarri, donde para mi
sorpresa veo aparecer las estructuras que han levantado con motivo de la marcha
anual a éste monte.
Sin dilación, voy camino del
Ganekogorta (999m), el barro se va acumulando en las zapatillas haciendo la
ascensión un tanto tediosa y un poco más dura, espero no arrastrarlo durante el
transcurso de la jornada. Ya desde la salida del bosque la lluvia se ha
convertido en mi compañera, las gotas repican contra la chaqueta y acompañan el zumbar de los cables de
alta tensión con un curioso chisporroteo.
Antes de llegar a cima disfruto
de una imagen bucólica mientras arranco el GPS. El aparato no triangula y el
viento no ayuda a ser paciente. Reinicio con el mismo resultado, vuelvo a
hacerlo de camino al vértice geodésico. Mientras avanzo, valoro la situación. El
día no está para historias, la visibilidad no es buena, me planteo la
posibilidad de darme la vuelta y regresar por donde he venido. Uno, dos y tres
satélites bloqueados, ¡continuo!
El ‘track’ gira hacia la
izquierda para bajar, por momentos en fuerte pendiente, hacía el collado de
Kurtziaga (684m) y continuar hacía Gazteluzar (717m), Kamaraka (799m),
Mugarriluz (735m) y Goikogane (702m). Desde aquí se baja a Arakaldo pasando
antes por Alpitsu (499m).
Es en esta bajada donde tengo un
resbalón, cargo el peso hacia la derecha, torsión sobre el tobillo y un nítido
sonido, ¡CLACK!. Patino unos metros cubriéndome la cabeza, por suerte la
mochila ha amortiguado el golpe y parece que no he sufrido daño en la espalda.
Tendido en el suelo trato de evaluar la situación, creo que sólo ha sido el
tobillo. Me levanto, al apoyar el píe derecho una punzada de dolor me hace
torcer el gesto. ¿Es una situación de riesgo? ¿Aguanto? ¿Cómo bajo de aquí?
¿Llamo a rescate?
Una vez compruebo el mapa de la
zona, decido bajar hacia la pista que poco a poco me conducirá a Llodio. Me
cruzo con gente, preguntan, contesto, termino bajando.
Reflexionando un poco sobre este
evento me doy cuenta de que cualquier actividad en un medio natural conlleva
riesgos, lo óptimo es tratar de limitarlos a través de una buena planificación.
En éste caso todo lo previo fue cargar el ‘track’ en el GPS, comprobar la
batería del móvil y avisar de cuál iba a ser mi itinerario. Como ya he dicho me
faltó comprobar la frontal, valorar la combinación mala ‘meteo’ más ir solo, meter
un “botiquín de batalla” con el que haber podido hacer un ‘taping’ y de ésta
manera tener una bajada menos dolorosa. Reconozco que esta valoración la hago a
posteriori, que a todas luces me pudo la familiaridad con los montes por los que
tantas veces he pasado. Digamos, un exceso de confianza.
La valoración no es del
todo negativa, sí, me queda la rabia de no haber llegado a donde me había
propuesto, pero creo que de este suceso también obtengo una valiosa lección
aprendida.