Este fin de semana regresamos a Ordesa, un lugar que para nosotros tiene un significado especial. Hace ya 25 años que, junto a Josetxo y José Mari, subimos por primera vez hasta Góriz y nos asomamos al reino de Monte Perdido. Un cuarto de siglo después, aquí seguimos, con la misma ilusión y la misma amistad, compartiendo cordada y sueños de montaña.
La ocasión merecía celebrarse como se debe, volviendo juntos a esos senderos que tantas memorias guardan. Pero además, esta vez la aventura tuvo un sabor aún más especial, porque se nos unió Hugo, mi sobrino, que descubrió por primera vez la magia de Ordesa. Para él fue todo un bautismo montañero, caminando entre bosques, fajas y cascadas hasta alcanzar su primer tres mil. Ver su cara de asombro y alegría nos recordó a todos lo que significa iniciarse en la montaña, ese descubrimiento que engancha y deja huella para siempre.
La ruta, la compañía y el motivo de la celebración hicieron de este fin de semana algo único. Fue como cerrar un círculo y, al mismo tiempo, abrir otro, el de seguir compartiendo montañas juntos y ver cómo las nuevas generaciones empiezan a escribir también sus propias historias en las alturas.
Sin madrugar mucho viajamos hasta Torla donde llegamos sobre las diez de la mañana, cogemos el bus hasta la pradera, donde nos tomamos un pincho antes de comenzar a caminar sobre las once de la mañana........
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