miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Seguridad en montaña?


Fin de semana de diciembre, ‘meteo’ no muy estable, todo apunta a que voy a poder disfrutar de nuestras montañas en relativa soledad, alejado de las aglomeraciones típicas de éste mes.

Son las 7am y salgo de Bilbo (Indautxu) camino Pagasarri (671m), todavía no ha despuntado el día y decido alumbrar el trillado camino. Para mi sorpresa, la frontal expira. He cometido el error de no haber revisado el buen funcionamiento del material antes de necesitarlo. La situación no es crítica, por el momento conozco la dirección y en menos de una hora habrá amanecido. Además, parece que la noche quiere que me quede con un buen sabor de boca y conforme voy ascendiendo por las faldas del Arnotegi (426m) coincido con lo que intuyo es un zorro y alguna otra alimaña que sale corriendo a mi paso.

Pasado el aparcamiento de Igertu veo destellos, trato de alcanzarlos y así aprovechar su luz. Continúan por el camino viejo, la forma más rápida de ascender la primera tachuela del día. Después de algún resbalón y de chutar alguna piedra, consigo colarme en el cono de luz del montañero que me precedía para así llegar al Pagasarri, donde para mi sorpresa veo aparecer las estructuras que han levantado con motivo de la marcha anual a éste monte.

Sin dilación, voy camino del Ganekogorta (999m), el barro se va acumulando en las zapatillas haciendo la ascensión un tanto tediosa y un poco más dura, espero no arrastrarlo durante el transcurso de la jornada. Ya desde la salida del bosque la lluvia se ha convertido en mi compañera, las gotas repican contra la chaqueta y  acompañan el zumbar de los cables de alta tensión con un curioso chisporroteo.

Antes de llegar a cima disfruto de una imagen bucólica mientras arranco el GPS. El aparato no triangula y el viento no ayuda a ser paciente. Reinicio con el mismo resultado, vuelvo a hacerlo de camino al vértice geodésico. Mientras avanzo, valoro la situación. El día no está para historias, la visibilidad no es buena, me planteo la posibilidad de darme la vuelta y regresar por donde he venido. Uno, dos y tres satélites bloqueados, ¡continuo!

El ‘track’ gira hacia la izquierda para bajar, por momentos en fuerte pendiente, hacía el collado de Kurtziaga (684m) y continuar hacía Gazteluzar (717m), Kamaraka (799m), Mugarriluz (735m) y Goikogane (702m). Desde aquí se baja a Arakaldo pasando antes por Alpitsu (499m).

Es en esta bajada donde tengo un resbalón, cargo el peso hacia la derecha, torsión sobre el tobillo y un nítido sonido, ¡CLACK!. Patino unos metros cubriéndome la cabeza, por suerte la mochila ha amortiguado el golpe y parece que no he sufrido daño en la espalda. Tendido en el suelo trato de evaluar la situación, creo que sólo ha sido el tobillo. Me levanto, al apoyar el píe derecho una punzada de dolor me hace torcer el gesto. ¿Es una situación de riesgo? ¿Aguanto? ¿Cómo bajo de aquí? ¿Llamo a rescate?

Una vez compruebo el mapa de la zona, decido bajar hacia la pista que poco a poco me conducirá a Llodio. Me cruzo con gente, preguntan, contesto, termino bajando.

Reflexionando un poco sobre este evento me doy cuenta de que cualquier actividad en un medio natural conlleva riesgos, lo óptimo es tratar de limitarlos a través de una buena planificación. En éste caso todo lo previo fue cargar el ‘track’ en el GPS, comprobar la batería del móvil y avisar de cuál iba a ser mi itinerario. Como ya he dicho me faltó comprobar la frontal, valorar la combinación mala ‘meteo’ más ir solo, meter un “botiquín de batalla” con el que haber podido hacer un ‘taping’ y de ésta manera tener una bajada menos dolorosa. Reconozco que esta valoración la hago a posteriori, que a todas luces me pudo la familiaridad con los montes por los que tantas veces he pasado. Digamos, un exceso de confianza.

La valoración no es del todo negativa, sí, me queda la rabia de no haber llegado a donde me había propuesto, pero creo que de este suceso también obtengo una valiosa lección aprendida.   

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